miércoles, 12 de diciembre de 2012

El nacimiento de la escenografía valenciana


El Palau de les Arts no es el nacimiento de la ópera en Valencia, la tradición de la ciudad viene de los grandes pintores escenógrafos que trabajaron a caballo entre el siglo XIX y XX. Concretamente para Valencia fue la época de esplendor del teatro inaugurándose el Teatro Principal, el Teatro Princesa, el Teatro Ruzafa, el Teatro Apolo, el Teatro Pizarro y el Teatro Olimpia (1915). En todos estos espacios se llevaron a cabo representaciones operísticas de forma esporádica.

Fue también en este siglo cuando proliferaron los talleres escénicos en la ciudad, donde se pintaban telones para ambientar los representaciones teatrales. Se puede destacar aquel que estaba vinculado a José V. Pérez (1804-1874), pintor que trabajó activamente en la Botiga de la Balda y el Teatro Principal. Con la inauguración del Teatro Princesa, dejó su anterior trabajo y se trasladó al nuevo teatro a continuar allí su labor. Bajo sus directrices se formó Rafael Montesinos (1811-1877) que se desvinculó del taller de Pérez y comenzó a trabajar por cuenta propia, combinando su trabajo escénico con la pintura de caballete y el profesorado en las Academias de San Carlos y de San Fernando. También en el en este taller se formó José Flores (1816-1878), hermano del maestro por parte de madre. Trabajó como maquinista en el Teatro Princesa, fue el pintor escénico del Teatro Café (conocido posteriormente como Teatro Ruzafa).



En la misma época se encontraba en la ciudad el taller de Luís Téllez (principio del XIX- 1868), que alternó su trabajo como pintor escénico con el profesorado en la Academia de San Carlos y el cargo de pintor de la ciudad. Bajo sus directrices se formaron pintores como José Calvo quien trabajó en el taller de José Gallel junto a Ricardo Alós, y Manuel González que llegó a profesor de la Academia de San Carlos.


Posterior a estos primeros talleres, encontramos el de José Gallel (1825-1887) que fue dejando a un lado el romanticismo escénico (que concebía la escena como una caja óptica en la se exponían una serie de obras pictórico-perspectivas) y abrió camino al realismo escénico donde primaba el color por encima de la perspectiva. De esta nueva visión se nutrieron sus aprendices, en concreto el aventajado Ricardo Alós (1854-1927), quien abrió su propio taller e instruyó a la nueva generación de escenógrafos.


 

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